viernes, 23 de diciembre de 2011

El colapso

El colapso.

Notaba sus manos sudorosas y pensaba que le vendría bien poder beber algo, agua, no sé.. algo que le suavizase la garganta y le quitase esa sequedad de la boca. Se repetía una y otra vez que aquello era parte de su trabajo y que simplemente tenía que cumplir con su deber. Cuando había entrado en la empresa, tras un complicado sistema de selección y varias entrevistas, ésta había sido una de las posibilidades que le habían expuesto y lo había entendido y aceptado. Sabía que asumía una gran responsabilidad y no le asustaba. Pero claro, esto era nueve meses atrás, cuando todo eso era una remota posibilidad en un cuestionario y no conocía a nadie en la empresa. Ahora sabía que con sus acciones podrían perder la vida más de una docena de operarios que conocía, algunos incluso apreciaba debido al roce diario. Jugueteaba con el boli entre sus dedos y no dejaba de mirar el piloto rojo que tenía enfrente y del que dependían sus acciones siguientes. El manual era claro al respecto: Tras empezar a sonar la alarma había recibido la llamada de su superior indicándole que era un código rojo; y ya simplemente le quedaba por recibir la  confirmación del sistema de seguridad informático para tener que actuar, maldita informática, con razón no le gustaba nada. Bajo el piloto rojo había una llave incrustada en su cerradura en la posición “OFF”, si se producía el aviso informático tendría que llevarla hasta la ranura de “ON” y sabría que esto conllevaría dejar a los compañeros encerrados, pero a su vez, se repetía de manera casi inconsciente, que esto podría salvar millones de vidas de inocentes ciudadanos ajenos a lo que esta mañana ocurría en la central nuclear. El manual era muy claro “..en caso de colapso del núcleo, una vez hechas las oportunas comprobaciones, se deberá proceder al sellado de la sala de reactores y a desalojar las instalaciones de la manera más rápida posible...”, y ahora se había producido, ese colapso..¿qué coño sería un colapso? pensó…,recordó e incluso culpó a su esposa por insistirle en presentarse para este trabajo, que estaba bien pagado y que no tenía riesgo y que el vecino de su madre llevaba ocho años en la central y jamás ocurría nada…¿y ahora? Ahora era él el que tenía que hacer que catorce compañeros quedasen encerrados y expuestos a unos niveles de radiación para los que sus trajes de protección no servían de nada. El mensaje del ordenador le sorprendió, y a pesar de estar atento, le sobresaltó. Lo miró dos veces para cerciorarse que sus peores presagios se habían cumplido. Giró la llave intentando no pensar y le sorprendió la facilidad con la que ésta se dejaba arrastrar hasta su fatídica posición. Se había levantado inconscientemente y no dejaba de mirar la pantalla del ordenador que tenía enfrente, esperando ver qué reacción producía su movimiento. Realmente no se produjo ningún cambio reseñable y recogió su maletín para salir corriendo hacia la salida de emergencia, situada a unos treinta metros por un pasillo en línea recta, cuando llegó a esta y la abrió pudo salir al exterior, donde se encontraba reunida la mayor parte de la plantilla. En principio temió mirar a los ojos a sus compañeros, se sentía el culpable de todo lo que estaba ocurriendo, él le había negado la posibilidad de salvación a catorce compañeros y sabía que los demás lo sabían.  Empezó entonces a buscar con su mirada algún rostro amable, alguien que le explicase con detalle qué demonios había ocurrido. Una mano en su hombro le hizo girar y Adolfo, su compañero de sección , le comentó: “esta vez ha tardado más de lo habitual, en el e-mail de aviso decían a las diez en punto y ya son casi ymedia, en otros simulacros ni salimos todos fuera, nos quedamos en el hall hasta que el supervisor nos avisó…¡¡uff, vaya frío que hace, no? ¡¡”

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