jueves, 19 de diciembre de 2013

LAS MIRADAS 

Entraron sacudiéndose en la acogedora cafetería y ella ,abriendo el paso, se dirigió a sentarse en una mesa apartada. Él la siguió con mansedumbre y ambos se sentaron, uno enfrente del otro, después de quitarse sus respectivos abrigos y depositarlos a un lado en la silla que quedaba vacía. Una camarera les tomó la comanda de forma inmediata y les trajo presurosa un café para él y una infusión para ella. Patricia no pudo reprimir una sonrisa amplia al mirarlo cuando quedaron a solas, habían pasado muchos años desde la última vez que se habían visto, lo comentaron y acordaron que se trataba de doce años, toda una vida... Mientras exprimía la bolsita de té rojo, la hermosa mujer guardó un instante de silencio, claramente pensativa, por lo que Néstor le preguntó si se encontraba bien. Claro que estoy bien, contestó. Pero estaba pensando en el día que he tenido hoy...bueno, que hemos tenido ambos. Nos encontramos en las circunstancias más excepcionales que se puede imaginar una y ahora, más tranquilos,  estamos tomando un té como si no hubiera transcurrido el tiempo, como si se hubiera detenido y fuésemos nuevamente unos jovenzuelos que comenzaban su vidas. Él la miraba en silencio y asintió con su cabeza ligeramente mientras sorbía un poco de ese café exageradamente caliente.  
Esa mañana mientras ella estaba haciendo su compra en la pequeña tienda de comestibles de su barrio, y cuando se disponía a pagar en la caja, un individuo con las manos en sus bolsillos entró en la tienda y sacando una navaja la amenazó con el arma mientras exigía al encargado de la caja que le entregase la recaudación para que nadie sufriese daño alguno. Justo en ese instante entró Néstor por la puerta y al percatarse de lo que ocurría se encaró con el nervioso individuo instándole a marcharse para evitar posibles accidentes. El atracador que pareció dudar durante unos instantes, lejos de seguir el prudente consejo, se abalanzó sobre el recién llegado con la clara intención de agredirle ; Néstor esquivó con mucha facilidad el ataque tumbando al desconocido sobre el piso, mientras los testigos se quedaban helados ante el curso de los acontecimientos. Con una rodilla sobre la espalda, un zapato en la muñeca armada y una serenidad envidiable , le dijo al encargado que avisara a la policía entre las quejas y maldiciones del delincuente. Fue en ese momento cuando Patricia lo reconoció con una mezcla de agradecimiento y curiosidad. Luego de dar aviso el encargado salió del mostrador para ayudar a Néstor a retenerlo mientras regalaba al quejoso malhechor una retahíla de insultos y amenazas. Néstor , todavía agazapado, levantó la vista y la fijó en ella, dibujándose una mueca de agradable sorpresa. Las autoridades se presentaron con su habitual estrépito y una vez que esposaron y llevaron al ratero al vehículo, procedieron a tomar  las primeras declaraciones a los testigos. Los policías no pudieron reprimir un ligero reproche por la arriesgada actuación del  robusto hombre y le advirtieron que lo mejor en esos casos era no ofrecer resistencia y bla bla bla... Él no dijo nada,  solamente relató los hechos con naturalidad y entregó su documentación para que hicieran las comprobaciones oportunas. Una vez que se fueron llegó el momento de darse un abrazo e incluso una carcajada de sorpresa e incredulidad por la experiencia recién vivida. Acordaron ir a una cafetería cercana para resguardarse de la lluvia que arreciaba y allí estaban ahora. 
Ella aprovechaba los pocos momentos de la conversación en los que Néstor  contaba algo recordando sus viejos tiempos en la universidad o cuando relataba sucintamente los años vividos desde que perdieron el contacto para mirarlo intensamente, para valorar en qué se había convertido. No se podría decir que era un hombre guapo, quizás sí atractivo o varonil, pero no guapo. Parecía que el tiempo había sido amable con él y concluyó que se veía ahora mucho mejor que una década antes, además vestía de forma impecable con un traje elegante y discreto que le sentaba muy bien. Nunca habían llegado a ser pareja, aunque  sabía que él bebía los vientos por ella. A ella le gustaba su conversación y también se divertían juntos, pero no había llegado nunca a despertar su interés en un sentido íntimo o romántico. Así pues solamente compartieron un par de años coincidentes de etapa universitaria y después de aquello...la distancia.  Ahora, que había pasado un matrimonio errado y alguna otra relación esporádica con señores  perfectamente olvidables, lo veía de otra manera...mucho más interesante, más maduro y confiado. Notó que su mirada se volvía más profunda y también notó que él se daba cuenta. Siempre se había dicho a sí misma que su mejor arma de seducción era la mirada que derramaban sus enormes ojos negros. En un momento de su agradable conversación notó que su mano se había ido a depositar sobre la mano de Néstor, casi sin que ella se percatase, como un movimiento natural, casi imperceptible. Él, notando su gesto, se la agarró con suavidad y la mantuvo durante un par de segundos antes de soltarla. Intercambiaron los teléfonos y tras promesa de llamarse muy pronto salieron del local. Cuando salían de nuevo a la calle un pequeño tropezón con un viandante la hizo tambalearse y los seguros brazos de él la agarraron convirtiendo la despedida en un cálido abrazo. Gracias por todo , susurró ella en su oído, me has salvado. Tú has sido la que me ha salvado a mí, contestó él. Al final podría resultar que un lluvioso y triste día de noviembre podría acabar siendo un inolvidable pasaje de otoño en su vida, pensó mientras se alejaba camino de su cercano piso. 
Por su parte Néstor se la quedó mirando todavía unos segundos antes de darse media vuelta y alejarse en sentido contrario con una ligera sonrisa dibujada en su cara. Fue paseando hacia su apartamento y aprovechó para hacer memoria. Se acordó de lo mucho que la había amado cuando coincidieron años atrás, se acordó también de cómo la vida, esa poderosa movedora de hilos, los había alejado y cómo él se había resignado a perderla sin haber llegado nunca a poseerla;  pensó que todo eso cambiaría , ya no sería así nunca más. La situación era diferente, Patricia era diferente...pero sobre todo él era muy diferente.  Recordaba que tras su etapa de estudiante había probado suerte en varios trabajos sin demasiada fortuna, había pasado por ellos por una necesidad económica y un impulso social, ..era lo que todos esperaban de él. Debido a que nada le satisfacía había intentado proyectos más aventurados como camionero en lejanas rutas y hasta buscador de agua en zonas semidesérticas, hasta que le hablaron de una empresa que buscaba trabajadores para una demolición de una antigua central térmica, estaba bien pagado, le llevaría pocas semanas y supondría un capítulo más en su disipada existencia. No podía suponer que cuando estaban llevando a cabo las labores de desmantelamiento se produjese aquella explosión motivada por la interacción de los equipos eléctricos que portaban y la existencia residual de peligrosos componentes químicos en la zona del reactor. El estallido lo lanzó varios metros e hizo que creyese haber abandonado el mundo de una manera definitiva y sin posibilidad de regreso, lo trasladaron al hospital más cercano con varias erosiones superficiales, algún traumatismo sin importancia pero con la alarmante pérdida de visión en ambos ojos. El médico de urgencia, luego de un detenido chequeo físico concluyó que se trataba, con total seguridad, de una pérdida temporal debido a un traumatismo en la zona frontal que , al parecer , es la que el cerebro tiene asignada para regir el sentido de la vista, después de unos días de reposo y unos anti inflamatorios, todo volvería a la normalidad. Y así sucedió...o al menos eso creyó Néstor cuando comprobó al día siguiente que comenzaba  a vislumbrar sombras y al anochecer ya alcanzaba a distinguir formas y colores. Cierto era que recuperó el sentido de la visión, pero también es verdad que no volvió solo. Cuando se encontraba en el hotel que la compañía tenía asignada para el descanso de los trabajadores se sorprendió al percatarse que cuando quería coger un objeto cercano y al instante de estirar su mano para asirlo...el objeto se le acercaba de manera natural a la mano para ser sujetado. La primera vez llevó un susto que casi se le sale el corazón del pecho, pero poco a poco fue acostumbrándose al inaudito hecho y comenzó a experimentar con el novedoso hallazgo. Observó que podía mover objetos pequeños y que se hallasen cerca de él. En poco tiempo conseguiría hacerlos flotar en el aire e incluso desplazar levemente objetos mucho mayores, del tamaño de personas o superiores si se concentraba mucho. Esto cambió su existencia.  
Decidió utilizar sus recién adquiridas habilidades para mejorar en la vida, con un poco de habilidad conseguía acertar en los juegos de azar, en la ruleta podía conseguir varios plenos hasta que era invitado a abandonar los casinos y así recorrió el país durante un par de años reuniendo una considerable fortuna. Hasta que todo esto también le aburrió, nada le llegaba a complacer plenamente, ni una vida de lujos y caprichos ya que siempre prefirió una vida más sencilla, ni tampoco una colección de hermosas mujeres que se le acercaban debido a  su magnética presencia y solvente economía...cayó en una suerte de espiral deprimente e incluso se llegó a plantear acabar con todo, poner fin a su vida ya que nada  conseguía hacerlo plenamente feliz, entonces se puso a recordar la última vez que había sentido plena felicidad y rápidamente recordó a Patricia. Supo que ella sería su tabla de salvación. Le fue muy sencillo localizarla y la siguió durante un par de días esperando el momento oportuno para abordarla y fingir un casual reencuentro. Cuando vio entrar a aquel individuo en la tienda de comestibles con meridiano aspecto amenazante entendió que era su momento. Le resultó muy fácil hacerle caer cuando quiso atacarle y retenerlo durante los minutos siguientes. Fue el mejor reencuentro que podía haber soñado. Asimismo fue muy fácil mover suavemente la mano de Patricia hasta colocarla encima de la suya de forma que ella creyese que había sido un movimiento involuntario. Y ,para rematar la jugada, conseguir que aquel transeúnte la rozase lo suficiente como para echarla en sus brazos y conseguir un abrazo de despedida. Estaba seguro que la vida le había dado otra oportunidad en aquel accidente ...y no iba a desaprovechar el regalo. Siguió caminando hacia la parada del autobús para volver a su piso, mientras veía a un hombre corriendo para alcanzarlo. Néstor no corrió , estaba seguro que el autobús no se movería de allí mientras él no llegase. 

Para J.P.