Estafa botánica.
Ya pasaban de las seis de la tarde cuando se sobresaltó al
oír el timbre de la puerta; era muy infrecuente recibir visitas y menos a estas
horas, pensó. Tras una aproximación a la puerta tan lenta como curiosa,
preguntó quién llamaba. Su amiga Teresa contestó al otro lado, por lo que se
apresuró a abrirla. Luego de un cálido saludo, se apartó para dejarla entrar y
le preguntó el motivo de esta grata aunque inesperada visita; su amiga,
mientras se sacudía el abrigo, le contestó que tenía que hacer unos recados en
la zona y había pensado darle una sorpresa pasando a visitarla y además
trayéndole unas magdalenas caseras, de esas que tanto le gustaban, que había
hecho esta misma mañana; mientras esto decía sacaba un recipiente plástico de
su bolso que contenía varias de las piezas prometidas y las ponía encima de la
mesita. Espera que voy a preparar un té calentito, este abril nos ha salido muy
frío, le dijo la anfitriona. Mientras estaba en la cocina removiendo cazos y
pucheros se repetía a sí misma la suerte que tenía de poder contar con una
amiga como Teresa. Desde que se había quedado sola en el mundo al morir su
marido, ella era una de las pocas personas que la visitaba, se ocupaba de
hacerle la compra las semanas que sus dolores se lo impedían, jugaban juntas a
las cartas y pasaban tardes de charla y risas que la hacían olvidarse de su
perenne soledad. Con la tetera humeante regresó al saloncito, se sentó y estuvo
departiendo animadamente con su amiga, degustando sus magdalenas y viendo la tele
hasta que notó que sus párpados le pesaban enormemente, dejó que el sueño se
apoderase de ella.
Teresa vio de reojo como su amiga se dormía y no lo impidió,
esperó a que su cabeza se recostase contra la oreja del butacón estilo inglés y
comenzó a recoger la mesa. Recogió su taza y su servicio, lo llevó a la cocina
y lo lavó dejándolo en la alacena, volvió al salón, guardó las magdalenas
sobrantes en el bolso, echó un vistazo a la estancia y pensó que nadie
sospecharía cuando la encontrasen. Sus conocimientos de botánica le habían
permitido hallar una planta que, bien machacada y mezclada en las magdalenas,
no aporta sabor y apenas deja rastro en el organismo, nadie la había visto
entrar en el edificio y a esta hora no la verían salir; dejó la televisión encendida
y tras un fugaz vistazo cerró despacio la puerta tras de sí. Al día siguiente
tenía mucho jaleo: se había citado con el Director de la Sucursal de La Coruña para ingresar el
boleto de lotería primitiva que ambas amigas habían ganado, ese dinero, en
exclusiva, le garantizaba una cómoda jubilación y el empleado bancario le animó
a invertir en unos productos interesantes, “participaciones preferentes” le
había llamado..sonaba muy bien pensó mientras apretaba el paso calle abajo.
¿Justicia divina? jaja!, me ha encantado el final.
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